mil historias que contar

sábado, 24 de diciembre de 2011

Él

Vas a doscientos por hora sin saber que hacer el la vida, sin importarte nada ni nadie, de repente encuentras a alguien, alguien cada segundo que pasas con él es único, alguien con el que las horas son minutos, y los minutos segundos, porque se te pasa el tiempo volando con él, porque no quieres separarte de él nunca.
De repente, se te ocurre disminuir la velocidad, pararte a pensar el sentido de tu vida todo lo que puedes hacer y no haces, todo eso que de alguna manera te influye en tu futuro.
Quieres olvidarte de tu pasado, vivir el presente deprisa, y llegar todo lo antes posible a tu futuro, pero.. alomejor, ese no es el camino, el camino no es salir de fiesta, luego volver a casa sin más, no, porque lo que queremos es volver a casa y que a la mañana siguiente, alguien este ahí, a tu lado. Pero de repente, cuando paras, te das cuenta de que si quieres volver a casa, y que a la mañana siguiente este alguien a tu lado, tienes que luchar por conseguirlo, de repente empiezas a ver que no todo en la vida es maravilloso, ni tampoco un desastre, de repente empiezas a pensar en el siempre.
Existen siempres pequeños, de esos que se dicen para quedar bien, existen siempres, grandes, reales, de los que aseguras, los más bonitos.
Empiezas a pensar lo bonita que seria la vida y haces todo lo posible para que así sea, y ves que lo estas consiguiendo, lo consigues, pero.. quieres más y más, sin darte cuenta de que eso, la avaricia, la manera de querer cada vez más, fue, lo que estropeó todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario